Sacarina: aumento del umbral de seguridad
EFSA ha llegado a la conclusión de que la sacarina no causa daños en el ADN y es poco probable que su consumo esté asociado con el riesgo de cáncer en humanos.
En un dictamen científico, la EFSA ha llegado a la conclusión de que la sacarina es segura para el consumo humano y ha aumentado la ingesta diaria admisible (IDA) de 5 a 9 mg/kg de peso corporal al día.
La IDA, que refleja la cantidad segura de una sustancia que puede consumirse diariamente a lo largo de la vida, abarca la sacarina y sus sales de sodio, calcio y potasio (E 954). La IDA anterior se estableció en 1995 sobre la base de la mayor incidencia de los tumores de vejiga observada en estudios con ratas. Sin embargo, en la actualidad existe consenso científico en torno al hecho de que estos tumores son específicos de las ratas macho y no son pertinentes para los seres humanos.
Los expertos de la EFSA han revisado todos los datos disponibles y han llegado a la conclusión de que la sacarina no causa daños en el ADN y es poco probable que su consumo esté asociado con el riesgo de cáncer en humanos.
Además, la exposición de los consumidores se encuentra por debajo de la IDA obtenida recientemente, lo que significa que no encierra ningún riesgo para la salud.
¿Qué es la sacarina?
La sacarina conocida químicamente como 1,2‐benzisotiazol‐3(2H) ‐ona‐1,1‐dióxido, es un edulcorante artificial que ha suscitado entusiasmo, pero también polémica a lo largo de su historia. Su uso está autorizado como aditivo alimentario con el código E954, y desde hace años este edulcorante artificial no calórico y sus sales de sodio, potasio y calcio, han sido un pilar en la industria alimentaria, sobre todo en aquellos productos dirigidos a las personas que buscan reducir su ingesta calórica o controlar el azúcar en sangre.
La sacarina se utiliza para endulzar alimentos y bebidas desde hace más de 100 años, y alcanzó popularidad como sustituto del azúcar en los años 60 y 70.
Las sales de sacarina se utilizan porque se disuelven mejor en el agua. Por tanto, son más fáciles de añadir a los alimentos y bebidas y los hacen más dulces.
Al igual que todos los aditivos alimentarios, la sacarina y sus sales deben etiquetarse en los productos, lo que permite a los consumidores tomar decisiones con conocimiento de causa.
Azúcar o sacarina
Pedir una Coca-Cola Zero o tomarse el café sin edulcorantes añadidos cada vez es más común en una sociedad donde la preocupación por la salud y el bienestar está en constante crecimiento.
La sacarina es un edulcorante artificial que se utiliza como sustituto del azúcar. Se utiliza principalmente en productos bajos en calorías (gaseosas, repostería, chicles, medicamentos, etc.). Su consumo es muy alto, sobre todo en personas con diabetes. Por su lado, el azúcar es una sustancia dulce y cristalina que se encuentra de forma natural en diversas fuentes vegetales, especialmente en la caña de azúcar o la remolacha azucarera. Científicamente es conocida como sacarosa, y está compuesta por una combinación de glucosa y fructosa.
Ambas pueden tener efectos negativos en la salud, como el desarrollo de enfermedades metabólicas y el aumento de peso. Sin embargo, el azúcar contiene calorías que pueden aumentar los niveles de glucosa en la sangre de manera más pronunciada.
El efecto de la sacarina y los edulcorantes sobre la salud del corazón
Sin embargo, los edulcorantes se utilizan sobre todo para reducir el contenido de azúcar de los alimentos y bebidas y hacerlos “más saludables” para la salud cardíaca, bucal y general de los consumidores.
Aunque la EFSA asegura que se trata de un endulzante “seguro” para el consumo humano, eso no quiere decir que su ingesta sea inocua. De hecho, la comunidad científica sigue investigando sus potenciales efectos sobre el organismo y en un estudio publicado en 2022 en la revista Cell, unos investigadores sugieren que la sacarina y otros edulcorantes no nutritivos, como la sucralosa, pueden alterar el microbioma —el equilibrio de microorganismos gastrointestinales— y afectar a la tolerancia a la glucosa. Los edulcorantes artificiales siguen estando en el punto de mira. El año pasado, la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), el órgano de la OMS que se encarga de identificar el potencial cancerígeno de las sustancias, concluyó, tras estudiar la evidencia científica disponible, que el endulzante aspartamo podía tener capacidad para causar cáncer en la población. Lo catalogaba, eso sí, dentro del nivel 2B, que es el penúltimo escalón dentro de su pirámide de identificación de peligros: esto significa que la evidencia es muy limitada y, si bien la seguridad no es preocupante en las dosis que se usan habitualmente, sí se han descrito potenciales efectos dañinos. A propósito de la sacarina, la IARC situó en 1998 a este edulcorante en el grupo 3 (el último escalón de la pirámide), como “no clasificable en cuanto a su carcinogenicidad para los humanos”. Esto quiere decir que no hay pruebas de que cause cáncer en humanos.
Podés conocer más detalles de la reevaluación de la EFSA a través de este enlace en su web.